En un conversación sobre las grasas es fácil que, tarde o temprano, acabe apareciendo el colesterol. Y siempre de forma negativa, pues todo el mundo sabe que una tasa elevada de él es un factor de riesgo. No obstante, las encuestas dicen que tenemos un conocimiento muy escaso de él. Y que la gran mayoría desconoce que hay uno bueno y otro malo.
El colesterol es como una grasa que forma parte de muchos tejidos. Es algo que protege a las células y que interviene también en muchos procesos de la vida. Por ejemplo, la vitamina D, que sintetiza nuestro organismo gracias al sol depende de él. De todo ello se desprende que no es tan malo como lo pintan. Es necesario. Ahora bien, el problema es tener una tasa elevada en la sangre, pues el colesterol se comporta como una grasa y ésta, como sabes, no se disuelve en el agua. De ahí una sangre espesa, con dificultades para fluir de forma correcta, lo que acaba influyendo de modo negativo en el sistema circulatorio y el corazón.
🍔 La Grasa ya no es la Despensa
Sin grasas no podemos vivir. Y no sólo porque son imprescindibles como aporte energético, sino porque también cumplen funciones vitales, como proteger a los órganos ayudándolos a mantener la temperatura. Durante millones de años, la grasa fue el único medio que tenía el ser humano de almacenar energía. Nuestros antepasados comían la mayor cantidad posible de alimentos cada vez que se les presentaba la ocasión, porque no sabían cuándo volvería a comer. El cuerpo humano ha ido evolucionando para almacenar esa energía de la forma más rentable y eficiente posible.
De este modo, no es exagerado decir que la grasa ha permitido la supervivencia de nuestra especie. Ahora bien, hoy no es necesario tener tanta energía depositada en el cuerpo. Podemos tenerla en la nevera, el congelador o la despensa, sin ir más lejos. Aún así, el instinto animal nos sigue empujando a comer y comer. Y por ello hemos de usar contra él la inteligencia. Debes dejar que tu parte racional se imponga a la animal y comer siempre las cantidades adecuadas.