Cuando usted consume hidratos de carbono, éstos se degradan, en el estomago y el duodeno, en azúcares simples que puede ser absorbidos. Ya que sólo éstos pasan a través del tubo digestivo al organismo, términos como carbohidratos simples y complejos no tienen mucho sentido en lo concerniente a la macronutrición.
Lo que es importante es la tasa de entrada de los azúcares simples en el flujo sanguíneo. Según ésta se aumenta, también se incrementa la liberación de la hormona llamada insulina.
La insulina es una hormona anabólica, en tanto que lleva diferentes nutrientes a sus respectivos lugares de almacenamiento. Por ejemplo, el azúcar a los músculos y al hígado para que se almacene en forma de glucógeno; también los aminoácidos a los tejidos, y la grasa al tejido adiposo para su deposito.
Usted necesita la suficiente insulina como para que los nutrientes lleguen a donde puedan ser utilizados para el rendimiento; pero un exceso de esta hormona en el flujo sanguíneo es como un cañón hormonal suelto en la cubierta de un barco. Es decir, el exceso de insulina en el flujo sanguíneo desciende tanto los niveles de azúcar en sangre que el cerebro no puede funcionar a pleno rendimiento. Esta condición del organismo hipoglucémica a menudo se denomina «pájara».
El exceso de insulina impide también la liberación de grasa corporal para producir energía, obligando a los músculos a utilizar el glucógeno almacenado durante más tiempo de lo necesario. Finalmente, un exceso de esta hormona impide al hígado restablecer en la sangre la cantidad de glucosa necesaria para garantizar un aporte energético estable al cerebro.
Por otro lado, si los niveles de insulina están demasiado bajos, los nutrientes esenciales no serán llevados a sus lugares de utilización adecuados. Por lo tanto, hay una zona optima de insulina que usted intentara mantener controlando el contenido de carbohidratos de cada comida.
De igual manera que los carbohidratos estimulan la insulina en una comida, las proteínas estimulan principalmente otra hormona llamada glucagón, que tiene efectos opuestos a los de la insulina.
En muchos aspectos, el equilibrio de las proteínas y los hidratos de carbono en las ingestas es como un carburador hormonal. Con cada comida, la relación entre ambos principios inmediatos controla los niveles relativos de insulina respecto a glucagón. Cuando este carburador está bien ajustado, el organismo funciona con mayor eficacia.
Los nutrientes se llevan a sus lugares de almacenamiento (por los correctos niveles de insulina), y luego son liberados (a causa del glucagón) debido al aumento de demanda de los músculos durante el entrenamiento y la competición.
El exceso de glucagón (inducido por la excesiva ingesta de proteínas) estimula una condición catabólica que acabará reduciendo los niveles de carbohidratos y estimulará eventualmente un estado metabólico anormal conocido como cetosis.
Al contrario de lo que se piensa comúnmente, las grasas son excepcionalmente útiles para los deportistas que están entrenando. En primer lugar, contienen ácidos grasos esenciales, que son los constituyentes de las hormonas mas poderosas del organismo, conocidas como eicosanoides.
Éstos controlan las transferencias de oxigeno y la liberación de otras hormonas, como por ejemplo la hormona del crecimiento, las cuales son necesarias para unos entrenamientos óptimos, las competiciones y las recuperaciones.
Ademas, las grasas (especialmente las monosaturadas) frenan la entrada de carbohidratos en el torrente sanguíneo desde el intestino, y por lo tanto previenen los incrementos de insulina, que son contraproducentes para un entrenamiento idóneo.