El hábito motor se caracteriza por ser consiente y automatizado, así como por su firmeza y movilidad. Cada movimiento voluntario y cada acción del deportista están siempre dirigidas por él a alcanzar un determinado objetivo.
Hay que señalar la asombrosa «obediencia» del aparato motor del hombre, de su voluntad. La explicación de esta obediencia se desprende del mecanismo filosófico del hábito motor. Expertos en el tema aseguran que, todos los movimientos se encuentran supeditados a la voluntad, una vez que los mismos han sido estudiados. En este caso, mientras más estudiado esté el movimiento más fácilmente se supeditará a la voluntad.
El movimiento transcurre por sí mismo o, como se acostumbra a decir, automáticamente. Corrientemente se define la automatización como la realización de una actividad acostumbrada sin la intromisión de la voluntad del hombre.
La automatización en los actos del deportista desempeña un rol muy importante. El hecho de que durante la realización de un ejercicio no haga falta preocuparse de su construcción, permite que el deportista concentre su atención en la obtención del mejor resultado. La insuficiente automatización en la construcción y coordinación de los movimientos empeora los resultados.
Además de ello, hace falta recordar siempre el gran papel de la conciencia en el hábito motor del deportista. Tiene gran significación el control por el deportista de sus movimientos y la introducción de correlaciones en ellos. Pero ante todo hay que decir algo sobre los esfuerzos volitivos y conscientes orientados a la realización de ejercicios físicos y a la obtención de los mejores resultados.
La aceleración, debilitamiento, reforzamiento y acortamiento de los movimientos, el mantener la velocidad de desplazamiento o de los esfuerzos musculares en un determinado nivel, constituyen manifestaciones totalmente conscientes de la voluntad del deportista.
En los deportistas perfectamente preparados la técnica de los finales cambia poco. Pero esto les cuesta inmensos esfuerzos volitivos. Los deportistas consideran que en las pruebas y competencias hace falta un control consciente de los movimientos.
En esa misma línea, hay que hablar de las transformaciones conscientes de los hábitos motores en relación con las condiciones externas. Para lograr la mayor efectividad en las acciones, los deportistas se ven obligados, frecuentemente, a adaptar su técnica a las nuevas condiciones exteriores.
Además, es muy importante el papel de la conciencia destinado al control de los movimientos realizados, en conjunción con los órganos de los sentidos. Por ejemplo, la importancia que desempeña la vista en los ejercicios realizados por el deportista. Durante el aprendizaje de la técnica deportiva, los alumnos no ven bien sus movimientos, pero deben ver el «campo especial» en el cual actúan.
La relación orgánica de los hábitos motores de los deportistas, con el medio exterior, en gran medida se encuentra condicionada y se realiza por la visión periférica, por lo que, normalmente, no exige atención alguna.
Se sabe que se pueden realizar muchos ejercicios con los ojos cerrados. En este caso, mientras menor sea el «campo espacial», más fácil será realizarlos. Sin embargo, es evidente que en muchas modalidades deportivas las impresiones visuales del «campo espacial» se adelantan por un instante a la acción del deportista.
Para controlar el movimiento puede tener una considerable importancia el analizador auditivo. Los ruidos, los sonidos de pasos, esquíes, patines, etcétera, están orgánicamente vinculados con determinados hábitos motores, que permiten realizar y controlar mejor los movimientos.
Finalmente, para el control de los movimientos tiene una gran importancia el aparato vestibular. Gracias a sus funciones el hombre puede juzgar sobre su posición en el espacio.