Las sensaciones cinestésicas tienen la más alta significación para el control de los movimientos. Esto es comprensible debido a que dichas sensaciones son producidas por los propios movimientos.
Se sabe que el hombre que tienen los ojos tapados puede juzgar sobre la posición del cuerpo y sobre sus movimientos. En este caso, es incluso consciente, por así decir, del resultado de la acción de los impulso aferentes, o sea, siente el movimiento mismo.
Sin embargo, debe saberse que ningún analizador por sí solo puede garantizar un completo control de los movimientos. Por su esencia, todos los analizadores, en mayor o menor medida, contribuyen a controlar la realización de ejercicios; todos ellos constituyen partes de un complejo analizador único.
El control de los movimientos tiene una diferenciada significación en el proceso de aprendizaje y en el de perfeccionamiento cuando existe un hábito motor firme. La atención del atleta se dirige en grado considerable -durante el aprendizaje del ejercicio- a la valoración de la correlación del movimiento con ayuda de sus sensaciones, por medio de la comparación permanente de las representaciones motoras con la realización real.
Naturalmente, en este caso hay que tomar en cuenta las condiciones exteriores, las cuales, en el proceso de establecimiento del hábito, no deben cambiar en la medida de lo posible.
Una importante característica del hábito motor en su carácter firme y estable, que permite al deportista repetir muchas veces la acción estudiada en forma estereotipada. Mientras más firme sea el hábito, menor influencia tendrán los estímulos del mundo exterior.
La firmeza del hábito motor está fundamentada en los enlaces reflejo-condicionados afirmados en el proceso de repetición; lo aprendido, aquello que se ha hecho costumbre, se modifica con gran trabajo, e incluso, a veces, no puede ser modificado.
Es bien sabido que la persona que aprende a nadar o montar en bicicleta no pierde estos conocimientos, aunque haya recesado en practicarlos 20 años. Claro, en el deporte no existen intervalos tan prolongados, pero, dejar de hacer deportes durante algunos meses no es un caso aislado.
Sin embargo, debe saberse que durante el tiempo de los recesos obligados se debilitan algo las finas sensaciones de equilibrio, balance, el sentir del hielo, la nieve y el agua, se altera la coordinación de los movimientos más complejos, y baja el nivel de desarrollo de las cualidades físicas.
Mientras las cualidades físicas no mejoren, la técnica será imperfecta. Es por ello que durante la reanudación de las sesiones de entrenamiento, la tarea fundamental consiste en la preparación física. Aunque esto no debe aplicarse dogmáticamente a cualquier deporte.
Una maravillosa cualidad del hábito motor es su movilidad. A pesar de su enorme firmeza puede ser muy flexible. El hombre puede acelerar o frenar los movimientos a que está acostumbrado poner en ellos más o menos fuerzas, elevar o disminuir la amplitud, acostumbrarse a las cambiantes condiciones exteriores. En estos casos la fundamental estructura cinemática y dinámica del hábito motor se conserva.
La modificación continua de la situación del juego exige de los deportistas una orientación instantánea y acciones precisas. Además, con frecuencia, los jugadores se ven obligados a adaptar la técnica a las condiciones exteriores.
Por lo tanto, puede decirse que el control de los movimientos está condicionado por la movilidad de los esfuerzos volitivos. También hay que señalar que el diapasón de movilidad del hábito motor es diferente en los distintos ejercicios.
Todos los ejercicios para la enseñanza y el entrenamiento deberán escogerse entre aquellos que se encuentran en los límites de la goma de movilidad. Esto significa que la movilidad crece en el proceso de la enseñanza y del entrenamiento.