El entrenamiento comprende el perfeccionamiento de la habilidad, fuerza y resistencia. El entrenamiento de resistencia aumenta la capacidad aeróbica máxima, es decir, la captación máxima de O2.
Esta define la capacidad funcional del sistema cardiovascular y refleja el producto del volumen máximo cardíaco y la diferencia de O2 arterio-venoso, se desprende que un cambio del consumo de O2 máximo debe reflejar un cambio correspondiente en el VM cardíaco máximo.
El entrenamiento aumenta el tamaño y número de las mitocondrias por gramo de músculo; el nivel de actividad enzimática mitocondrial por gramo mitocondrial; la capacidad del músculo de oxidar las grasas, hidratos de carbono y cetonas; y la capacidad de genera ATP.
El efecto neto de estos cambios en el músculo es un aumento de la capacidad para la extracción de O2 periférico (diferencia arterio-venosa de O2 aumentada) y una reducción de la producción de lactato (mayor capacidad aeróbica) a cualquier carga de trabajo dada.
A nivel cardiovascular el efecto del entrenamiento se caracteriza por una disminución de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial y un aumento del volumen sistólico a una carga de trabajo submáxima dada.
La descarga simpática es menor, la respiración periférica total es menor, y la necesidad de sustrato del músculo en ejercicio se satisfacen en mayor medida por extracción que por aumento de la perfusión y de la presión de la perfusión.
En consecuencia, los requerimientos de O2 del corazón son menores a una carga de trabajo dada, porque la frecuencia cardíaca, la postcarga, el grado de acortamiento y la velocidad de acortamiento son menores.
Durante el ejercicio se produce hemoconcentración, o sea, mayor concentración de glóbulos rojos, hemoglobina y proteínas plasmáticas. El mecanismo básico consiste en el paso del líquido desde la sangre hacia los espacios hísticos por el incremento de la presión sanguínea en los capilares musculares, junto con la elevación de la presión sistólica durante el ejercicio.
Si se agrega a ello transpiración excesiva, esta pérdida de agua contribuirá a la hemoconcentración, a menos que se equilibre mediante la disminución de la excreción renal de agua, o por la mayor ingestión voluntaria de agua.
Finalmente, hay pruebas de que el aumento del metabolismo celular, por transformación de la moléculas grandes en otras pequeñas con el consiguiente aumento en el número de partículas, puede contribuir a la absorción osmótica de líquido por las células a expensas del agua de los compartimientos intersticial y vascular.