A diferencia de lo que sucede en las matemáticas, más precisamente en las operaciones relacionadas con la suma y la multiplicación, en una sesión de entrenamiento el orden de los factores sí altera el producto. Tanto, que un orden equivocado puede acabar llevando al traste el mejor de los planes de entrenamiento.
Por eso, todo entrenamiento debe empezar por un calentamiento, sea cual se el tipo de entrenamiento que vayas a realizar. Luego ya tendrás tiempo de introducirte en el entrenamiento de lleno. Si en una sesión coinciden entrenamiento cardiovascular y pesas, siempre harás las pesas primero y después el cardio. Y para finalizar, nada mejor que unos ejercicios suaves, conocidos como «vuelta a la calma», y unos estiramientos. Por tanto, recuerda este orden y no te lo saltes nunca:
✔ Calentamiento.
✔ Pesas.
✔ Cardio.
✔ Vuelta a la calma.
✔ Estiramientos.
«¿Y por qué no puedo variar este esquema?», muy seguramente te estarás preguntando en estos momentos. Pues bien, no es por un capricho mío, sino por un par de razones de mucho peso:
Para realizar el trabajo de pesas adecuado necesitas estar fresco y tener las reservas energéticas llenas, porque los esfuerzos deben ser lo suficientemente intensos para que surtan el efecto deseado. Si consumieras esa energía con el cardio antes de hacer las pesas, éstas perderían su efectividad en un alto porcentaje.
Un músculo deshidratado multiplica su riesgo de lesión ante una contracción intensa. Durante el ejercicio cardiovascular se suda mucho más que con la pesas, así que si hicieras éstas después, tendrías muchas posibilidades de no terminar la sesión a causa de una lesión muscular. Además, el hecho de haber sudado en el cardio haría que entrenaras las pesas con la ropa mojada, lo que también multiplica el riesgo de contracturas en el cuello y la espalda.