Cuando hablamos de alimentos es erróneo pensar sólo en cosas que se comen. Hay que incluir también aquellos que se beben. Es más, muchas de las kilocalorías que entra en nuestro cuerpo lo hacen a través de los alimentos líquidos, sobre todo en verano. Y no me refiero al agua, incolora, inodora e insípida, y con cero kilocalorías, sino a bebidas como cerveza, zumos, refrescos, cócteles, entre otras.
Cuando leas la etiqueta de estos productos quizá pienses que no engordan tanto como creías. Sin embargo, con los líquidos hay que tener especial cuidado, pues la cantidad ingerida es siempre mayor que la de los alimentos sólidos. Por poner un ejemplo: una cerveza puede tener unas 50 kilocalorías por 100 mililitros. Pero nadie se toma 100 mililitros. Un tercio normal tiene ya unas 200 kilocalorías. Así, si bebes un día una cerveza, un refresco azucarado, dos vasos de zumo y una copita de vino, estarán ingiriendo un total de 700 kilocalorías extra en forma de líquidos.
La conclusión es obvia: para quitar la sed, nada mejor que el agua. Y para refrescarse, pues cualquier refresco o líquido bajo en kilocalorías. Por supuesto, no digo que no haya que tomar ninguna de estas bebidas. En un día de calor, por ejemplo, es difícil resistirse a una cervecita en una terraza. Pero lo que sí quiero decir es que seas consciente de lo que supone su ingesta y, por ello, te impongas la moderación. Y si la bebida es alcohólica, con más razón aún. Piensa que muchas dietas bien llevadas en lo que a los sólidos se refiere se van a pique justo por las bebidas.
🍅 Frutas y Verduras, fuentes de hidratación
Las frutas y las verduras son las grandes olvidadas de la dieta actual, lo que para mí es una verdadera injusticia. Porque, ¿qué mejor restaurante de comida rápida que una frutería? La fruta la puedes conseguir al momento, se conserva muy bien y es muy fácil de comer. Pero lo mejor que tiene es su generosa cantidad de vitaminas y sus propiedades hidratantes. Entonces, ¿por qué no comemos más frutas?
Las verduras son también ricas en vitaminas y, además, dan un sabor a los platos capaz de sorprender. Porque una comida sana no significa renunciar en ella al sabor. A medida que vayas eliminando los productos grasos de tu dieta y aproveches más los distintos alimentos sanos comprobarás cómo el sentido del gusto va cambiando. Las verduras, que tan sosas te parecían antes, empiezan a ganar en sabor. Llegarás a un punto en que ya casi ni te apetezca un filete, a no ser que vaya acompañado de un buen surtido de verduras frescas.