Tienen muy mala fama, sí, pero en realidad las grasas son esenciales para disfrutar de una salud óptima y tener el cuerpo que tanto sueñas. Y si no me crees, piensa en que ciertas grasas reducen el riesgo de padecer cáncer, problemas de corazón, alergias, artritis, eccema, depresión, fatiga, infecciones, etc.
Eliminarlas de la dieta es un error fatal, algo que lo único que ha provocado es que la lista síntomas y enfermedades asociadas a su deficiencia crezca cada año un poco más. No obstante, es importante saber qué tipo de grasas son las que verdaderamente favorecen la salud y cuáles son nocivas para nuestro organismo, porque evidentemente no todas son iguales. Dos son los tipos en que se pueden dividir.
En dietética están consideradas como «malas», ya que son las responsables de la aparición del colesterol. La gran mayoría de ellas son de origen animal (carne, leche y derivados sin desnatar). Un ejemplo rápido: 250 mililitros de leche entera tienen 5 gramos de grasa saturada; en cambio, la misma cantidad de leche desnatada contiene sólo 0,3 gramos. Por este motivo, es importante recurrir a lácteos desnatados o semidesnatados, que te aportan los mismos nutrientes, pero con mucha menos grasa saturada.
Se conocen como «buenas», por el papel que ejercen en el control del colesterol y en las enfermedades coronarias. Estas se dividen en dos tipos, de nombre un poco largo: Monoinsaturadas (el máximo representante es el aceite de oliva) y Poliinsaturadas (hay varios aceites en este grupo: girasol, soja, avellana, semillas de girasol..). Se dice que son buenas porque, al no estar saturadas, admiten en su estructura la recogida de ácidos grasos que actúan contra el colesterol.
Sean saturadas o insaturadas, las gradas hay que consumirlas con precaución y en pequeña cantidad, por el simple hecho de que, aun las más beneficiosas, siguen conteniendo demasiadas kilocalorías. Y ten en cuenta que no se limitan sólo a las animales que se aprecian a primera vista, sino que están en la mantequilla, la bollería industrial o los fritos, casos todos ellos de grasas saturadas, las peores para nuestro organismo.
El tipo de grasa más abundante en el cuerpo y en la dieta son los triglicéridos, que pueden ser tanto saturadas como insaturadas. A temperatura ambiental, éstos pueden ser sólidos o líquidos, y proporcionan más del doble de energía por gramo que los carbohidratos y las proteínas de los que ya hemos hablado en ocasiones anteriores. Nuestra capacidad para guardar triglicéridos en las células grasas es limitada, de ahí que un exceso de carbohidratos, proteínas y grasas en la dieta se convierta en triglicéridos y se guarde en el tejido adiposo o graso.
Por tanto, aplica la siguiente regla a la hora de comer: en los pescados, la grasa en cantidades justas; en las carnes, cuanta menos, mejor; y en productos industriales y fritos, evítala sin excepción.