La aptitud física se relaciona con la capacidad orgánica de una persona para la realización eficiente de una actividad que implica el uso del cuerpo. Quien dispone de una buena aptitud física logra desarrollar ejercicios de manera extendida en el tiempo sin experimentar síntomas de fatiga, y luego consigue recuperarse en un lapso breve.
Además, la aptitud física o capacidad física del organismo humano es un término integrado vinculado estrechamente al desarrollo de los sistemas de suministro energético de las fibras musculares, que se puede mejorar mediante el entrenamiento.
La aptitud física comprende 8 componentes principales que son fuerza máxima, potencia, velocidad, resistencia muscular, resistencia cardiorrespiratoria, agilidad, flexibilidad y composición corporal. Las cuatro primeras se relacionan con los sistemas energéticos anaeróbios (aláctico y láctico) y con el área de evaluación neuromuscular.
La resistencia cardiorrespiratoria abarca la capacidad funcional no solamente del aparato neuromuscular y metabólico, sino de los sistemas encargados del transporte de oxígeno hacia los tejidos como los sistemas cardiovascular, ventilatorio y sanguíneo.
En la actualidad se mencionan mayormente tres tipos de fibras musculares: la fibra IIb de contracción rápida glicolítica anoxidativa y de elevada fragilidad, la IIa de contracción rápida glicolítica oxidativa resistente a la fatiga por poseer mayor densidad mitocondrial y la fibra I de contracción lenta de poco desarrollo de las enzimas glicolíticas y de la actividad de la enzima ATPásica de la miosina pero muy resistente la fatiga.
El área neuromuscular incluye incluye en su evaluación los siguientes componentes de la aptitud física humana: fuerza máxima, velocidad-fuerza o potencia, velocidad, resistencia muscular (resistencia a la velocidad y a la fuerza) y flexibilidad. Los primeros 4 están estrechamente relacionados con los sistemas energéticos anaerobios (aláctico y láctico) debido a las características de duración e intensidad del movimiento.