Cuando hablamos de suplementos, la proteína en polvo es la primera que se nos viene a la cabeza. Es la más común y una de las que mayores beneficios nos aportan. Sin embargo, algunos especialistas advierten que consumirla en exceso puede ser perjudicial para la salud.
Antes de saber qué piensan los expertos en medicina sobre ello, vale la pena recordar que las proteínas son un macronutriente esencial que se incorpora a la dieta a través de la ingesta de carne, huevos, pescado, legumbres, lácteos e, incluso, cereales. En ocasiones específicas, pueden usarse suplementos para llegar a las cantidades de proteínas deseadas.
La proteína en polvo se usa sobre todo en grupos poblacionales donde la masa muscular se ve afectada, como las personas mayores y los deportistas. Estos tienen los requerimientos proteicos aumentados; unos por la pérdida de masa muscular, que acontece con el paso de los años, y otros por el desgaste muscular que sufren durante el ejercicio.
La española Marta Aguilar, reconocida nutricionista deportiva, advierte que más no es mejor. «Es importante saber que una vez que tenemos cubiertos nuestros requerimientos de proteínas no vamos a conseguir un beneficio extra por aumentar la cantidad».
Por eso, lo importante es cómo se combinan los alimentos durante todo el día. Y para ello, «la clave está en personalizar y planificar de acuerdo a la realidad de cada persona, con o sin suplementación, antes de lanzarnos a comprar suplementos alimenticios. Lo primero que debemos hacer es consultar con un profesional», agrega la experta.
Es importante saber que los suplementos, como casi todo, pueden estar contraindicados en ciertas personas y que, por tanto, deben tomarse con responsabilidad. Aguilar recuerda en qué casos no se debería tomar la proteína en polvo:
– Si se tienen problemas de retención de líquidos, impotencia, acné o calvicie. Esto es porque los suplementos proteicos aumentan la testosterona y pueden favorecer estos efectos.
– Si se tienen problemas de riñón, debido a que existe un riesgo de insuficiencia renal al consumir una cantidad superior a la normal de proteínas.
– Cuando la persona tiene problemas de hígado. Si hay un exceso de proteínas, el organismo tiene que eliminarlo y, para ello, se altera el metabolismo. Además, el consumo elevado de proteínas puede ser tóxico para el hígado y formar piedras en los riñones.
– Tampoco deberían consumir suplementos de proteínas aquellas personas propensas a sufrir problemas de huesos como la osteoporosis, ya que el excedente de amonio en el cuerpo se neutraliza con fosfato cálcico, con el consiguiente riesgo de descalcificación ósea.
– Asimismo, hay que tener en cuenta que, en dosis elevadas, los suplementos de proteínas pueden causar sed, retortijones, diarrea, falta de apetito y cansancio.
Precisamente porque los suplementos de proteínas no son para todo el mundo, Marta advierte de que siempre es necesario realizar un análisis de sangre antes de tomar este tipo de suplementos. En el caso de los deportistas, adicionalmente se deberían valorar el peso y la composición corporal, el objetivo que se pretende conseguir, las horas de entrenamiento o las horas de descanso.
A partir de ahí, y si todos los parámetros son normales, los suplementos pueden usarse tanto tiempo como sea necesario para alcanzar el objetivo de salud o rendimiento del deportista. «No hay una limitación en la duración, siempre y cuando esté bien pautado y planificado por un profesional», aclara la nutricionista.
Aunque las cantidades pueden variar según las características de cada persona, los requerimientos diarios de proteína como nutriente para la población general oscilan entre 1 y 1,2 gramos por kilogramo de peso y día.
En la población deportista, los valores seguros y útiles pueden aumentar a 1,5 y 2,5 gramos por kilogramo de peso y día. Siempre y cuando la alimentación (incluyendo comida y suplementación) aporte niveles de proteína que estén dentro de estas recomendaciones, las cantidades serán correctas.